No es una desnudez premeditada, no es una modelo que posa, sino la recreación de escenas de la vida cotidiana, con aparente naturalidad, pero forzadas por el artista. En palabras de Carlos Reyero, «nos encontramos con mujeres no desnudas, sino desvestidas». En el siglo XIX abunda más que nunca el desnudo femenino -especialmente en la segunda mitad del siglo-, más que en cualquier otro período de la historia del arte.
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