Alfred Kubin fue sobre todo dibujante, expresando en sus dibujos un mundo terrorífico de soledad y desesperación, poblado de monstruos, esqueletos, insectos y animales horrendos, con referencias explícitas al sexo, donde la presencia femenina juega un rol maléfico y perturbador, como se pone de manifiesto en obras como Lubricidad (1901-1902), donde un perro priápico acosa a una joven acurrucada en un rincón; o Salto mortal (1901-1902), donde un pequeño homúnculo salta como en una piscina sobre una enorme vulva femenina.
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