Esta interrelación entre cuerpo y espíritu es inherente al arte griego, y cuando artistas de épocas posteriores imitaron el desnudo griego -como en el caso del neoclasicismo y el academicismo-, despojado de este componente, realizaron obras sin vida, centradas en la perfección física, pero sin la virtud moral. Durante su formación realizó copias de los grandes maestros expuestos en el Louvre, cobrando predilección por Rubens y los artistas venecianos. Venus Anadyomene (1838), de Théodore Chassériau, Museo del Louvre, París.
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